Descansar boca abajo


Descansar boca abajo

Nada más llegar a casa se olvidó del buen día que hacía fuera. Sólo pensaba en acabar. Podría hacer ese recorrido con los ojos cerrados y saber exactamente donde estaba la curva de final del pasillo, pero no podría adivinar jamás cómo se sentiría la habitación en ese momento. Aveces le recibía con una luz cálida, reflejada en el suelo que rebotaba hasta salirse del lugar, otras veces el azul de su cuarto se mezclaba con éxito con el atardecer sin sol de fuera y algunas ocasiones la habitación le recordaba a un gran agujero negro capaz de alimentarse de sus ilusiones y de sus mejores recuerdos. Hoy era un día como ese.
Descansar, boca abajo en una postura poco singular, sin decisión sobre ella. Como si se hubiera caído desde un sexto piso y hubiera aterrizado así. Ese era su antídoto ante situaciones como esa. Con la cabeza incrustada en la almohada, despierto pero con los ojos cerrados imaginando que la razón por la que le cuesta respirar es una fase de ensoñación y no una leve asfixia. Sentía que podía jugar con el tiempo como si fuera un chicle, estirarlo a su gusto y emplearlo en masticarlo o escupirlo y mirarlo con superioridad aplastado en el suelo. Esa vez no tubo suerte, sólo habían pasado diez minutos desde que decidió tirarse en la cama y morir. Suspiró malhumorado, ni siquiera podía deshacerse de ése día y le estaban volviendo aquellos recuerdos que rehuía desde que tenía conocimiento. Una abundante colección de los peores momentos de su vida, emanaban de la nada y aparecían cuando menos lo deseaba. Cuando más solo estaba y cuando más indefenso. Ahora son recuerdos desdibujados, como si los hubiera representado una persona a la que no se le da bien dibujar. Ahora no recuerda si la lluvia era fresca, ahora no recuerda cuál era su sueño favorito, ahora no recuerda cómo de fuerte fue aquel abrazo, que le recorrió todo el cuerpo, que se adentró en su pecho sin pedirle permiso, al fondo a la derecha, un recuerdo que se contrae y bombea ochenta y tres veces por minuto. Se tapó los ojos a pesar de estar ya a oscuras.

Odiaba las tardes como esa.